Donald Trump ha encendido una nueva polémica al ordenar que el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) investigue los subsidios que Elon Musk ha recibido por parte del gobierno estadounidense. Esta decisión, comunicada el 1 de julio de 2025, se produce tras los señalamientos públicos de Musk contra las reformas fiscales de Trump. El magnate tecnológico, CEO de Tesla y SpaceX, ha cuestionado repetidamente el uso de recursos públicos y, paradójicamente, ahora podría ver recortado el flujo de fondos que han sido fundamentales para sus operaciones durante más de una década.
Tesla y SpaceX han sido históricamente beneficiarias de millonarios incentivos fiscales, préstamos federales y contratos con agencias como la NASA. La revisión de DOGE podría significar un fuerte ajuste financiero para ambas compañías. Por ejemplo, Tesla ha recibido más de $2.4 mil millones en subsidios desde su fundación, según datos de Good Jobs First. Una eventual reducción pondría en riesgo proyectos clave como la expansión de Gigafactory o nuevas misiones espaciales. Las acciones de Tesla ya reflejan ese nerviosismo, registrando caídas del 7.8% tras el anuncio presidencial.
El propio Musk avivó el fuego al declarar en redes que desea eliminar todos los subsidios, lo que algunos interpretan como una jugada estratégica para minimizar la percepción de dependencia estatal. Sin embargo, Trump no se quedó atrás: “Sin subsidios, Elon tendría que regresar a Sudáfrica”, ironizó el mandatario. Esta confrontación pública no solo politiza el ecosistema empresarial estadounidense, sino que siembra un clima de incertidumbre que podría disuadir a otros empresarios de depender de programas gubernamentales de apoyo económico.
El impacto va más allá del ámbito tecnológico. La revisión de DOGE no solo es una represalia política, sino también un mensaje claro: las empresas que desafíen al gobierno podrían ver limitadas sus fuentes de financiamiento. Históricamente, medidas similares han provocado sacudidas bursátiles y reformas regulatorias abruptas. Empresas que han cimentado su crecimiento en incentivos federales podrían enfrentar ahora nuevos criterios de elegibilidad, introduciendo inestabilidad en sectores sensibles como el automotriz eléctrico, la exploración espacial y la inteligencia artificial.
Curiosamente, mientras DOGE (el departamento) entra al centro del debate, Dogecoin (el criptoactivo que Musk popularizó) también se ve afectado. Con una caída del 3.78% en 24 horas y un descenso del 15.83% en volumen de operaciones, el mercado parece reaccionar con cautela. Este fenómeno refleja cómo la figura de Musk sigue siendo un termómetro para los mercados, tanto tradicionales como digitales. Si DOGE (el organismo) logra reducir los subsidios, podríamos estar ante un nuevo paradigma donde el poder corporativo ya no dependa de cheques gubernamentales, sino de su eficiencia pura.
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