El gobierno chino se ha erigido como un maestro de la censura y la vigilancia en Internet, imponiendo un sistema conocido como el «Gran Cortafuegos de China».
Este mecanismo de control, que bloquea el acceso a numerosos sitios web extranjeros y monitoriza la actividad en línea de sus ciudadanos, es un asunto de discusión global. Pero, ¿qué hay detrás de este sofisticado aparato de represión digital?
En el corazón del Gran Cortafuegos se encuentra el filtrado de Internet, que apunta a plataformas occidentales de redes sociales, medios de comunicación globales y motores de búsqueda.
La justificación gubernamental de preservar el orden social y los valores culturales chinos suena vaga ante la crítica que lo ve como un intento autoritario de restringir la libre expresión y consolidar el poder del partido gobernante. La capacidad de influir en las narrativas y la opinión pública dentro del país es, sin duda, una carta en la manga del gobierno.
La censura y vigilancia técnica son realizadas por organismos gubernamentales como la Administración del Ciberespacio de China. Su arsenal incluye filtrado, bloqueo de URL, análisis profundo de paquetes y sistemas de aprendizaje automático.
Las empresas tecnológicas chinas deben cumplir, sin cuestionamientos, las leyes de ciberseguridad del gobierno, lo que plantea preocupaciones sobre la privacidad.







