Eric Trump ha convertido su crítica a los grandes bancos en un eje central de su discurso a favor de las criptomonedas. Durante su participación en la conferencia Bitcoin 2025, declaró que le gustaría ver a las entidades financieras “desaparecer de forma drástica” si no se adaptan a los nuevos tiempos. Sus palabras reflejan tanto una frustración personal —por supuestas experiencias de exclusión bancaria hacia su familia— como una visión política que impulsa un sistema financiero más descentralizado, ágil y libre de intermediarios.
El hijo del expresidente estadounidense suele respaldar sus argumentos con ejemplos de “debanking”, es decir, la negativa de bancos a ofrecer servicios a determinados clientes o negocios. En su narrativa, las criptomonedas representarían la solución perfecta: transferencias más rápidas, menos comisiones y libertad transfronteriza. Sin embargo, diversos reportes han matizado la existencia de una exclusión sistemática, por lo que su postura, aunque contundente, se apoya más en percepciones personales que en evidencia comprobada.
Desde el punto de vista económico, el impulso hacia la descentralización ofrece ventajas evidentes. Las transacciones con tecnología blockchain reducen tiempos y costes, beneficiando sobre todo a quienes envían remesas o buscan alternativas al sistema bancario tradicional. No obstante, también existen riesgos notables: la volatilidad de los activos digitales, la ausencia de seguros de depósito y la falta de marcos regulatorios claros. La eliminación total de la banca, como propone Trump, supondría un desafío estructural y de gobernanza a nivel global.
En el ámbito político, el discurso de Trump genera un impacto ambivalente. Por un lado, fortalece su conexión con la comunidad cripto y con quienes consideran que la banca concentra demasiado poder. Por otro, surgen contradicciones cuando su entorno mantiene relaciones con grandes instituciones financieras, como Citigroup, para manejar fideicomisos o activos familiares. Esa dualidad entre el discurso público y las prácticas privadas resta coherencia a su mensaje y genera escepticismo entre los analistas del sector financiero.
En la práctica, la “batalla” de Eric Trump contra los grandes bancos plantea tanto oportunidades como riesgos. Promueve la competencia tecnológica y acelera la modernización del sistema financiero, pero también pone en riesgo la estabilidad y la protección del usuario. Un enfoque equilibrado podría centrarse en la interoperabilidad: incentivar a los bancos a adoptar tecnologías blockchain sin renunciar a la supervisión regulatoria. Solo así se lograría una transición responsable hacia un modelo más inclusivo y eficiente, sin romper los pilares de confianza del sistema actual.
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