La Fundación Ethereum se encuentra en un punto de inflexión clave. Ante un panorama económico cambiante, ha adoptado una política de tesorería más estricta y transparente para garantizar la sostenibilidad de sus operaciones y del ecosistema DeFi. Esta nueva estrategia vincula sus gastos operativos directamente con sus reservas en Ether, lo cual supone un enfoque más metódico. No es casualidad: la Fundación solo tiene 2,5 años de liquidez asegurada. Este dato genera preocupación, pero también resalta la urgencia de actuar con visión a largo plazo. El objetivo es claro: maximizar cada dólar y cada token.
Uno de los movimientos más controvertidos fue la venta repentina de ETH por parte de la Fundación, lo que desató críticas por la falta de comunicación. Este tipo de acciones puede erosionar la confianza de la comunidad, que es el corazón de cualquier proyecto descentralizado. En respuesta, se han comprometido a publicar informes trimestrales y anuales, brindando mayor transparencia sobre sus tenencias, inversiones y estrategias. Al 31 de octubre, la tesorería alcanzaba los $970 millones, de los cuales un 81% estaban en ETH, una concentración que la vuelve vulnerable a la volatilidad del mercado.
En un giro inédito, la Fundación ha comenzado a interactuar directamente con protocolos DeFi. Ha destinado 45.000 ETH —valorados en $120 millones— a inversiones dentro del ecosistema, utilizando plataformas como Aave, Spark y Compound. Esta medida busca generar rendimientos aceptables y diversificar sus activos. Sin embargo, este acercamiento rompe con su política histórica de neutralidad. Aunque puede fortalecer su tesorería, también abre la puerta a acusaciones de favoritismo, como lo expresó Kain Warwick de Infinex, quien criticó la supuesta postura anti-DeFi de la Fundación en el pasado.
El contexto tecnológico tampoco es favorable. Ethereum ha quedado rezagado respecto a competidores como Bitcoin y Solana, que han alcanzado nuevos máximos históricos. Mientras ETH permanece un 46,5% por debajo de su peak de 2021, la falta de avances notorios en escalabilidad y rendimiento sigue pesando. Esta situación ha derivado incluso en una reestructuración interna del equipo de desarrollo de la Fundación, que incluyó despidos cuyo número no ha sido revelado. El mensaje implícito es que la eficiencia operativa se ha vuelto innegociable.
A pesar de los desafíos, esta reconfiguración puede ser el impulso que Ethereum necesita para reposicionarse. Apostar por DeFi, estructurar sus finanzas y priorizar resultados críticos muestra madurez institucional. Pero también hay riesgos: si los rendimientos esperados no se materializan o si la comunidad percibe desequilibrio en las decisiones, podría producirse una pérdida de credibilidad difícil de recuperar. La Fundación Ethereum se enfrenta a un momento decisivo, y los próximos 18 meses definirán si esta estrategia es una jugada maestra o un grito de auxilio cuidadosamente disfrazado.
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