Kraken ha dado un paso audaz en el competitivo mundo de las soluciones Layer 2 con el lanzamiento de Ink, una red diseñada para centrarse en la funcionalidad práctica en lugar de la especulación. A diferencia de otras iniciativas que giran en torno al hype de la gobernanza y la especulación con tokens, Ink propone un enfoque directo: un suministro fijo de mil millones de tokens INK que no se verán alterados por votaciones futuras ni manipulaciones de gobernanza. Esta decisión otorga certeza a los participantes y elimina riesgos de inflación o decisiones comunitarias volátiles que alteren su economía.
Uno de los aspectos más destacados del token INK es su objetivo claro: impulsar el uso efectivo del ecosistema. No será usado para votar ni para staking de validadores, sino para incentivar directamente la liquidez y premiar la interacción genuina dentro de la red. Este enfoque busca atraer a desarrolladores y usuarios que valoren la eficiencia sobre la teatralidad especulativa. En un entorno donde muchas redes fingen descentralización mientras benefician a unos pocos, Ink promete una estructura más transparente y honesta, aunque esto también limita la participación comunitaria formal en las decisiones clave del protocolo.
La comparación con Base, la Layer 2 de Coinbase, es inevitable. Mientras que Base ha ganado terreno con una política de no lanzar token propio —optando por usar exclusivamente ETH para las tarifas de red— Ink se presenta como su contraparte, proponiendo una solución con token, pero sin los excesos comunes. Esta dualidad genera una rivalidad natural entre ambas visiones: una basada en minimalismo institucional, y otra en incentivos claros y definidos para quienes construyen y usan. Ambas posturas tienen méritos, pero Ink podría destacar por premiar la adopción desde el primer día sin sacrificar la usabilidad.
El modelo de token de Ink plantea ventajas relevantes. Establece un ecosistema donde los usuarios son recompensados por su participación activa, en vez de por simplemente acumular o retener activos. Esta estructura fomenta el crecimiento orgánico y evita ciclos inflados por la especulación. Sin embargo, esta misma decisión podría desalentar a inversores tradicionales que buscan rentabilidad pasiva o influencia en la dirección del protocolo. La ausencia de gobernanza tokenizada puede interpretarse como un control centralizado en manos de Kraken, algo que podría generar dudas entre defensores de la descentralización radical.
A medida que se acerca el airdrop de INK y más detalles del ecosistema son revelados, las expectativas crecen. Usuarios cansados del «teatro» de tokens inflados por marketing podrían encontrar en Ink una alternativa sólida basada en resultados. Su estrategia busca establecer una narrativa de eficiencia y utilidad sobre el espectáculo. El verdadero reto será demostrar que se puede construir una comunidad activa y sostenible sin depender de promesas vacías o fuegos artificiales financieros. En ese terreno, Ink tiene una oportunidad única de marcar la diferencia.
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