Los funcionarios de la Reserva Federal adoptaron una postura cautelosa frente a un posible recorte de tasas en septiembre, enviando señales divergentes antes del esperado discurso de Jerome Powell en Jackson Hole. Beth Hammack, presidenta de la Fed de Cleveland, subrayó que, con los datos actuales, no considera justificado bajar los tipos, destacando la persistencia inflacionaria como un riesgo latente. En contraste, Raphael Bostic, de la Fed de Atlanta, dejó la puerta abierta a una reducción este año, aunque reconoció que la incertidumbre y los indicadores dispares exigen flexibilidad en las decisiones.
Austan Goolsbee, presidente de la Fed de Chicago, advirtió que el reciente repunte en la inflación de servicios representa un “dato peligroso” para anticipar ajustes monetarios. Este incremento, según Goolsbee, no estaría impulsado por aranceles, lo que añade complejidad al análisis. Susan Collins, de la Fed de Boston, planteó que una desaceleración en el mercado laboral podría inclinar la balanza hacia un recorte, evidenciando la disyuntiva entre controlar la inflación y evitar un deterioro económico mayor. La diversidad de posturas refleja la dificultad de equilibrar riesgos en ambos frentes.
Los mercados, por su parte, muestran una expectativa clara: un recorte de 25 puntos básicos en la reunión del 16 y 17 de septiembre. Las probabilidades estimadas rondan el 70 %, respaldadas por datos débiles de empleo en julio y revisiones negativas en meses previos. Goldman Sachs anticipa que Powell no anunciará un recorte de manera explícita, pero sí enviará señales que refuercen la probabilidad. Esta percepción alimenta la volatilidad y evidencia cómo la comunicación de la Fed sigue siendo un factor determinante para el comportamiento del mercado.
El desafío central para la Fed radica en la dualidad de riesgos: un mercado laboral que muestra signos de enfriamiento y una inflación que permanece por encima del objetivo del 2 %. A ello se suman los aranceles impuestos por la administración Trump, cuyo impacto en los precios aún no se refleja del todo en los datos. Hammack alertó que la presión arancelaria podría prolongar las tensiones inflacionarias, mientras que Christopher Waller argumenta que su efecto sería transitorio. Sin embargo, la incertidumbre persiste, alimentando un debate interno que divide criterios.
En este contexto, las decisiones de la Fed no solo afectan la economía doméstica, sino también la confianza global en el dólar y en la estabilidad financiera. Schmid advirtió que un recorte prematuro podría reforzar expectativas inflacionarias, complicando aún más la tarea de anclar precios. Los inversores aguardan el mensaje de Powell como el termómetro definitivo para definir estrategias. El equilibrio entre actuar con prudencia y evitar un frenazo económico marcará el tono de la política monetaria en los próximos meses.
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