Trump, criptomonedas y regulación: un triángulo de poder que redefine Wall Street

En un escenario donde la política y las finanzas digitales se entrelazan como nunca antes, la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. (SEC) vuelve a ocupar el centro del debate. El grupo de trabajo sobre criptomonedas, liderado por Hester Peirce, se reunió recientemente con Ondo Finance y el influyente bufete Davis Polk and Wardwell, ambos vinculados al expresidente Donald Trump. Este acercamiento, lejos de ser casual, ilustra un viraje estratégico en la postura regulatoria hacia los activos digitales, justo cuando las elecciones presidenciales se asoman en el horizonte estadounidense.

Ondo Finance, que donó un millón de dólares al fondo inaugural de Trump, se posiciona como un actor clave en la nueva ola de valores tokenizados. Su interés en lanzar un entorno de pruebas regulatorio y discutir el registro de estos instrumentos financieros con la SEC podría abrir la puerta a una reestructuración del mercado de valores tradicional. Esta iniciativa representa una oportunidad para democratizar el acceso a inversiones bursátiles, pero también plantea riesgos sobre la posible concentración de poder entre empresas afines a figuras políticas, lo que podría erosionar la confianza del público en la imparcialidad del sistema financiero.

Por otro lado, Davis Polk, el bufete que ahora representa a Truth Social, busca llevar los ETF ligados a criptomonedas a nuevos niveles de exposición. La coincidencia de estos movimientos con el regreso de figuras cercanas a Trump, como Paul Atkins, designado nuevo comisionado de la SEC, sugiere una política más flexible hacia el ecosistema cripto. Esto podría beneficiar a plataformas como Ripple y Coinbase, pero también podría ser interpretado como una laxitud regulatoria que favorece a empresas con vínculos políticos, debilitando la percepción de neutralidad institucional.

La programación de una mesa redonda para debatir sobre custodia de activos digitales, con participantes de alto perfil como Kraken y Anchorage Digital Bank, refuerza la idea de que la SEC está reenfocando su estrategia hacia la colaboración más que la confrontación. El contexto post-Gary Gensler y la desestimación de demandas contra varias empresas del sector confirman este giro. Si bien este cambio podría fomentar la innovación y atraer capital institucional, también podría dejar vacíos legales aprovechables por actores maliciosos si no se implementan mecanismos de control sólidos.

El dilema entre regulación estricta y fomento de la innovación no es nuevo, pero cobra una nueva dimensión al mezclarse con intereses políticos. Que las empresas con ejecutivos donantes a Trump sean las primeras en beneficiarse de la nueva postura de la SEC es, como mínimo, simbólicamente cuestionable. Este nuevo capítulo entre criptomonedas y política exige un escrutinio riguroso, ya que el futuro del ecosistema digital podría estar siendo moldeado no solo por decisiones financieras, sino por alianzas ideológicas cuidadosamente tejidas en los pasillos del poder.

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