La reciente reunión entre Donald Trump y Nayib Bukele en la Casa Blanca se desarrolló bajo un enfoque pragmático y bilateral, donde los temas clave fueron la inmigración, la seguridad y el comercio. Sin embargo, la notable ausencia de Bitcoin en la agenda pública resulta llamativa, considerando que ambos mandatarios han sido figuras emblemáticas en la adopción de esta criptomoneda. Este silencio podría interpretarse como una jugada diplomática, en la que se priorizaron las urgencias migratorias, como la propuesta de Trump para que El Salvador reciba presos estadounidenses condenados, lo que implicaría una expansión sustancial del sistema penitenciario salvadoreño.
Desde una perspectiva comercial, Trump reavivó su retórica proteccionista al insinuar posibles exenciones para fabricantes de automóviles estadounidenses, que enfrentan dificultades logísticas en medio de la guerra comercial. La intención es darles una “ventana de adaptación” para relocalizar sus cadenas de suministro en suelo nacional. Este enfoque busca reactivar la manufactura local, pero también impone presión sobre las economías más pequeñas que dependen del comercio exterior, como El Salvador. La falta de acuerdos comerciales sólidos podría limitar el margen de maniobra de Bukele en un escenario internacional cada vez más polarizado.
El aspecto más intrigante de la reunión es la omisión estratégica de Bitcoin, pese a ser un emblema político de ambos gobiernos. El Salvador se consolidó como el primer país en adoptar Bitcoin como moneda legal en 2021, mientras que Trump impulsó recientemente una orden ejecutiva para crear una reserva digital en EE.UU., que ya supera los 17 mil millones de dólares en BTC. Este contraste entre discurso y silencio diplomático podría deberse a tensiones con actores financieros globales, como el FMI, o al deseo de evitar fricciones en medio de negociaciones sensibles.
La presión del Fondo Monetario Internacional sobre El Salvador representa uno de los mayores obstáculos en su política cripto. El acuerdo de préstamo por 1.400 millones de dólares con el FMI exige desarticular el modelo bitcoiner del país, una condición que, aunque parcialmente atendida mediante reformas legales, ha sido desafiada por las compras diarias de BTC por parte del gobierno salvadoreño. Esta dualidad entre cumplir compromisos internacionales y mantener una visión disruptiva en política monetaria plantea un dilema complejo para Bukele, quien busca mantener la confianza de los inversionistas globales sin ceder su soberanía financiera.
Aunque la cumbre entre Trump y Bukele evitó mencionar Bitcoin, el tema se mantuvo latente como un elefante en la sala. La omisión puede interpretarse como una pausa táctica más que una renuncia, ya que ambos líderes comparten una visión favorable hacia las criptomonedas. Sin embargo, las presiones geopolíticas, los intereses económicos y las alianzas multilaterales continúan moldeando la narrativa. La verdadera prueba será cómo equilibran su afinidad por los activos digitales con las exigencias de organismos financieros tradicionales que ven en Bitcoin más riesgo que oportunidad.
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